
Acrílico sobre tela
91 x 124 cm
Su obra parte de un análisis del origen de la pintura junto a una reflexión sobre las corrientes abstractas desde mediados del siglo XX y que le lleva a iniciar lo que poco después se revelaría como un ensayo para una epistemología de la estratificación. Transforma ideas cromáticas abstractas en bloques de capas de pintura que primero trata como objetos escultóricos y que pronto integra en el mismo cuadro creando una densa acumulación material muy visible en los laterales.
El cromatismo de esta masa de pintura es luego reunificada en la lisa y sutilmente matizada superficie del cuadro a base de finas capas traslucidas extendidas en espesores desiguales. Esta perversión de las premisas del arte procesual mediante la apropiación de emblemas pertenecientes a la arqueología y la geología da paso desde comienzos del nuevo siglo a campos de color más expansivos y vibrantes que proyectan una luz interior aparentemente deudora de la pantalla, pero que se debe realmente a una atención muy precisa a la especificidad de los materiales que emplea.