En las intervenciones de Julia Calvo a través de unas mínimas alteraciones en el espacio lo transforma por completo. La grieta por la que emerge la luz y que introduce una nueva profundidad, las pequeñas elevaciones del suelo, la sugerencia de un espacio más allá, desbordan la espacialidad física e introducen en el lugar una dimensión psicológica y afectiva que complejiza la relación del espectador con el entorno. En cierto modo es como si se dotase al espacio de cualidades y significados de los que carecía, o que estaban ahí y que no eran evidentes para nuestra mirada. Y ese mismo sentido de alterar lo conocido y convertirlo en extraño –y así dotarlo de una nueva intensidad– lo encontramos también en sus pinturas, que rebajan y trastocan los tonos para proporcionar una experiencia cromática particular a medio camino entre lo material y lo atmosférico.