Sus collages sugieren un trabajo desde lo mínimo y lo vulnerable. Un trabajo, sin embargo, minucioso, que en pequeños espacios y con acciones no siempre evidentes, pone en cuestión incluso los limites de la propia disciplina pictórica.
Sus fragmentos de lienzo pintados y pegados sobre el propio lienzo funcionan como planos de color y se encuentran a medio camino entre el patchwork y la pintura. Fragmentos adheridos, de formas irregulares, que mantienen una memoria del espacio anterior que ocuparon. Flecos y restos del recorte hacen consciente al espectador de que lo que sucede sobre el lienzo es una colisión de contextos diferentes. Una colisión de universos que, sin embargo, en el espacio pictórico, se articulan para generar una experiencia visual compleja, presidida por lo fragmentario, lo inestable y lo contingente. Y sobre todo por el contraste entre la apariencia de dejadez y precariedad la minuciosidad con la que la obra ha sido realizada.