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LA PERSPECTIVA

22 de junio-12 de septiembre

“Y mi maestro me enseñó, qué difícil es descubrir el alba dentro de las sombras.” Franco Battiato. Perspectiva Nevski.

Escuchar la canción de Battiato, Perspectiva Nevski, causa tristeza en estos días en los que reina la brutalidad, y las proezas de Stravinsky o Nijinsky parecen ecos fantasmales de una breve época dorada de la cultura en la Rusia de principios del siglo XX, donde al arte se le daba una función central como herramienta de construcción y manifestación de libertad. En esos días se poseía una perspectiva en apertura constante que tendía a expandir la concepción del mundo por el simple poder del intelecto y del conocimiento. Pero para utilizar la perspectiva como herramienta de conocimiento universal hay que asumir cómo esa expansión de la percepción inevitablemente conduce a sabernos relativamente más pequeños y quizá insignificantes ante la magnitud del mundo. Las obras de Aitor Lajarín parten de esta idea de inaprensión del mundo. En ellas el sujeto se ve diminuto ante la inmensidad del cosmos, aunque no por ello posee menos brillo, o relevancia. Es decir, la inmensidad no nos reduce a la nada, ni resta nuestra existencia; por contra le da sentido como dimensión sin la cual no puede darse una relación de perspectiva, y por tanto de discurso.

La perspectiva también lleva implícita una distancia, es decir una separación con el objeto que se mira, y la obra de Lajarín parece querer entender tanto sus referentes pictóricos como los temas que aborda, con una clara distancia. Es así como se hace más comprensible, el sujeto separado del objeto, el yo del resto del universo, y es quizá por esto que en casi todas sus obras se da una relación de un sujeto de experiencia ante lo inabarcable del cosmos en el que se ve inscrito. En se universo el sujeto tiene su propio lugar, su sitio, lo cual – recalcamos – no indica que posea un dominio sobre su mundo sino que es su pura presencia la que da sentido a la inmensidad por la simple condición de ser testigo de esa magnitud. Así, interpreto esta faceta de la obra de Lajarín como una metáfora de la soledad del artista ante las posibilidades de la creación; de cómo el artista encuentra un hallazgo a partir del cual desarrollar su creación pero a sabiendas de que es tan solo una posibilidad, una pequeña luz que se enciende en un ignoto mundo de sombras.

Por otro lado hay momentos en sus obras en las que la relación es inversa, es decir, es la fuente de luz – un planeta, una estrella, una luna – la que parece ser testigo de la actividad del sujeto, un sujeto cualquiera, que podríamos ser nosotros mismos. Por eso tal vez hay en algunas de sus más recientes obras una desaparición del componente humano para darse puramente fenómenos astronómicos que parecen indiferentes al espectador, tan alejado y remoto de esas luces como ellas lo estan de nosotros, pero que también – por el simple hecho de ser contempladas – atestiguan nuestra existencia.

Desde la perspectiva de las estrellas somos también nosotros constelación, o, siguiendo el concepto desarrollado por Negri y Hardt: multitud. “A diferencia del concepto de pueblo, el de multitud es una multiplicidad singular, un universal concreto […] En el desarrollo de las formas de vida nos descubrimos como multitud de cuerpos y nos reconocemos en cada cuerpo una multitud de moléculas, de deseos, de formas de vida, de invenciones”. Permítaseme sugerir entoces que la obra de Aitor Lajarín también parece hacer un guiño al potencial político y revolucionario de la multitud. Y la invitación que hace el autor a otros individuos (no necesariamente artistas) a intervenir en sus cuadros puede entenderse como una simpatía hacia esa idea de multitud a la que refieren Negri y Hardt y que conecta de algún modo con la parábola de la Rusia revolucionaria que hace Battiato en perspectiva Nevski. Una zona temporalmente autonoma, donde se acarició el concepto utópico por el cual el potencial creativo del individuo puede y debe tener un caracter relevante en la definición de lo social, y no como en la encarnación actual del arte basada en la simple capizalización del trabajo creativo. Por contra, los cuadros de Aitor son lugares de encuentro, espacios en los que se da la posibilidad de un intercambio creativo, de manifestación de invenciones, aunque sea dentro de un universo particular, el que se contempla desde la perspectiva Lajarín, de la cual ustedes ahora mismo también forman parte.

Texto de David García Casado