La vida nocturna de los animales primitivos

Saltos, caídas y otras formas de desaparecer

15 de septiembre - 18 noviembre

En el museo arqueológico de la ciudad italiana de Paestum, al sur de Salerno, se conserva un sepulcro de origen griego del siglo V a.C. conocido como la tumba del nadador. Su nombre proviene del fresco que decora el interior de la losa de mármol que cerraba la sepultura. En la imagen un personaje masculino desnudo se arroja desde las alturas a un mar verde azulado. La escena recoge el instante del salto, el momento exacto en el que el cuerpo en tensión permanece suspendido en el aire antes de sumergirse en la muerte. El paisaje es exiguo, dos olivos y una torre sobre un fondo blanco de cal. Desconocemos la historia que condensa esta pintura; sospechamos que no vemos todo lo que muestra.

La obra última de Alejandra Freymann alberga en su centro las mismas preguntas acerca de la ardua relación entre lo visible y lo invisible en pintura. Lo visible hace referencia aquí al ámbito de la representación, es decir a los sistemas que, de manera racional, organizan el espacio y el tiempo y cuya finalidad reside en organizar un campo visual e interpretativo unitario, mientras que lo invisible no tiene nada que ver con algún tipo de esencia o espíritu, sino que se identifica aquí con el ámbito de la figuración, entendiendo por figura no tanto la forma de algo como una serie de procesos que tienen lugar en la mirada del espectador. La figura nombra, de este modo, el inconsciente de lo visible, la imagen habitada por el deseo, la imaginación y la memoria. En una pintura clásica la perspectiva y la iconografía se identifican con el espacio ordenado de lo visible y la representación, mientras que el color lo hace con esa parte maldita de lo invisible y la figuración, puesto que, a pesar de todos los intentos por codificar al color, este último excede siempre cualquier el sentido dado y, más aún, su potencia acaba arrastrando la mirada hacia ritmos y cadencias inesperados. El gesto y la materia también forman parte de ese fondo opaco, inconsciente que se abre entre imagen y mirada.

Saltos, caídas y otras formas de desaparecer reúne una serie de pinturas recientes de Alejandra Freymann que llevan a escena esa dinámica de apariciones y desapariciones que define nuestra relación con lo visual. Alejandra aborda esta lógica a partir de tres situaciones diferenciadas, el salto, la caída y el desvanecimiento. En El aire y los sueños, el filósofo francés Gaston Bachelard explora como los sueños y las imágenes se producen siempre a partir del contacto imaginario con una materia fundamental. La imaginación material del aire, por ejemplo, suscita en el ser humano uno de los instintos fundamentales de la vida que, salvo en los sueños y en la poesía permanece oculto, y que Bachelard denomina «instinto de ingravidez». Este instinto aéreo se manifiesta de manera paradigmática en los sueños de vuelo, es decir en aquellos saltos que se prolongan sin fin. En las pinturas de Alejandra el vuelo onírico siempre deja un tenue rastro en su camino. Como si de un sismógrafo de los sueños se tratara, la artista da cuenta del recorrido inconstante del salto mediante líneas y vectores.

Por su parte, la caída imaginaria forma parte de la misma psicología de la verticalidad inducida por el aire a la que pertenecen tanto el salto como el vuelo, aunque, en este caso, sin embargo, se trata de su exacto opuesto, de un ensueño de gravedad que impele hacia lo más profundo, de ahí que Bachelard defina la caída como una «nostalgia inexpiable de la altura». En su libro sobre el aire, el filósofo no menciona los sueños de desvanecimiento o desaparición, pero parece su estructura parece responder a la misma imaginación material. Desvanecerse no sería entonces sino volverse aire, viento o sueño. Desde la exposición realizada a finales de 2017 y titulada Preludio, Alejandra ha situado a gran parte de los personajes que pueblan sus escenarios en ese intervalo insólito entre lo visible y lo invisible, entre los cuerpos y los fantasmas de los cuerpos. El salto, la caída y el desvanecimiento no hacen sino llevar hasta sus últimas consecuencias aquellas escenas de desaparición.

En las obras de la exposición, los personajes que llevan al límite estos estados lo hacen siempre en una soledad inevitable que, sin embargo, no está exenta de testigos como nadadores, pájaros y plantas. Seres realizados en registros y escalas distintas que van desde la abstracción gestual a la descripción detallada. Por otro lado, las historias que apenas les acontecen a estos personajes tienen siempre lugar sobre unos fondos tan aéreos y luminosos como el blanco mineral que rodea al saltador de Paestum. En el texto de una exposición reciente titulada Ejercicios de forma y color sobre lugares visitados (2021), Alejandra se proponía como programa pictórico «contar un clima». Se trataba de pensar el paisaje no tanto como un territorio a describir, sino «como un conjunto de condiciones atmosféricas» que, además, continúa la artista, «se extingue tan pronto como lo miro», es decir, que sitúa en estado liminal entre el ser y el no ser. Los paisajes de Saltos, caídas y otras formas de desaparecer retoman estar tarea tanto desde el punto de vista de la paleta como de los efectos. Como en trabajos anteriores, la materialidad de las cosas, dado que no responde sino a la imaginación material de los sueños, está en entredicho, de tal manera que una nube puede volverse sólida y una piedra líquida, una superficie puede ser tierra, agua o espejo, y una mancha puede ser multitud de cosas o ninguna. En cualquier caso, los paisajes de la exposición no ocultan su condición de escenarios que, como los dioramas, establecen una tenue relación entre las partes que se solapan u ocultan, como si supiéramos que nunca podría ver todo aquello que aparece. Como escribe Jean-Louis Schefer, «acaso sino para esto sirve la pintura. No para coagular o para representar un mundo sustraído al viento y las intemperies, sino, sobre todo, un mundo que se caracteriza por una prolongación indefinida de lo visible mismo: su apertura infinita».